Caracas, 02 de agosto de 2017. Los líderes populistas se enfocan en mantener su poder complaciendo a las masas, por así decirlo y en ese sentido pueden ser dañinos. Sin embargo, en la medida en la que el pueblo se organiza, madura, se va formando y es más consciente de sus deberes y derechos cada vez más el ejercicio del populismo se hace difícil.
Cuando se plantea la separación de poderes clásica, se refiere a ponerle límites y controles al poderoso, porque nunca sabes a quién se está poniendo en el poder y qué va hacer. Una buena parte de la evolución institucional política se puede trazar en términos de la desconfianza en el poderoso, señaló Ramón Piñango, en el ensayo: El impacto de la falta de separación de poderes en las instituciones de Venezuela y la democracia, publicado en el libro Muchas instituciones un jefe, de Transparencia Venezuela.
Alerta que,en este momento, las instituciones en el país están mal y se vive en la arbitrariedad. Los ciudadanos no saben a qué atenerse, no se sabe cuáles son las prácticas regulares reconocidas por todos y establecidas en la ley. “Estamos en las manos de la voluntad de personas, de funcionarios y no de las normas”, aseguró.
Piñango precisa en su ensayo, que en Venezuela no hay árbitros y sin ellos no es posible que haya instituciones judiciales. “Si el sistema judicial está controlado por el Ejecutivo, todos somos en principio culpables mientras al Ejecutivo le convenga”.
En este contexto, el ciudadano le comienza a temer a las instituciones porque surge lo perverso,es decir, prácticas recurrentes que no están sancionadas por la ley y que al final dependen de quien ostente el poder.
La falta de separación de poderes afecta el establecimiento de controles adecuados a las instituciones y a los poderosos, porque no hay árbitros, no hay quién revise, ni quien audite o castigue.